Viendo como un Insecto




“Una capa tras otra de estructuras perfectamente ordenadas”… Así describe al ojo compuesto que poseen muchos insectos el bioingeniero Luke Lee, de la Universidad de Berkeley.

El ojo compuesto, como el de la abeja o la libélula, está formado por un gran número de unidades visuales, llamadas ommatidios, cada una de las cuales apunta en una dirección. Las imágenes que recogen tales unidades por separado se combinan para crear una amplia visión en forma de mosaico, la cual resulta extraordinaria a la hora de percibir movimientos.

Si nos fijamos en el ojo compuesto de un insecto, vemos con frecuencia una mancha negra en el centro ocular, que recibe el nombre de pseudopupila. Los ommatidios de la pseudopupila se ven negros porque reflejan menos luz en la dirección del observador que los ommatidios del resto del ojo. En otras palabras, el ommatidio del centro de la pseudopupila está mirando directamente al observador, aunque el insecto gire la cabeza.

Actualmente, ya se ha inventado un ojo compuesto artificial con más de 8,500 lentes que caben en la cabeza de un alfiler, empleando como material resina epoxy que se endurece cuando es expuesta a la luz ultravioleta. Mientras que las técnicas convencionales de microfabricación son caras y emplean altas temperaturas, la creación de este ojo compuesto artificial se ha logrado utilizando un sistema de baja temperatura. Claro, todavía resta camino por recorrer pues tan sólo la libélula posee unas 30,000 unidades visuales u ommatidios en cada ojo.

Los científicos están tratando de imitar el ojo compuesto de los insectos a fin de fabricar detectores de movimientos de alta velocidad, sensores medioambientales y cámaras multidireccionales ultradelgadas que podrían utilizarse en procedimientos médicos (como en endoscopias y cirugías guiadas por cámaras) obteniendo así muchísimo más información visual o química.

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